"Cartas desde la biblioteca" recoge una serie de notas escritas por Edgardo Civallero, coordinador del área de Biblioteca, Archivo y Museo de la Fundación Charles Darwin.
En ellas se exponen y comparten fragmentos de algunas de las muchas anécdotas, curiosidades y remembranzas que han ido quedando almacenadas, a lo largo de 60 años, entre cajas, estantes y papeles viejos. Todas ellas, incluso las más pequeñas, son parte esencial de la identidad y la memoria social de la FCD, y componen uno de los ejes de la historia de la ciencia y la sociedad en las islas Galápagos. Una historia construida paso a paso y detalle a detalle.
El archivo de la FCD posee una sección audiovisual que, si bien no es extensa, es rica en contenidos, a cuál más interesante. Se trata de un acervo que incluye cientos de fotografías en papel, diapositivas de todas las épocas (con marcos de vidrio, metal, plástico y cartón), negativos e impresiones de negativos, películas y videos en todos los formatos producidos por la industria —incluyendo unos cuantos rollos del tristemente famoso nitrato de celulosa—, audio en casetes, y los soportes magnéticos y ópticos que resultan más familiares a las nuevas generaciones: disquetes, discos ZIP, CDs y DVDs.
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Era una postal. Apareció entre varias cajas de papeles que alguien decidió descartar en la FCD y que, por ende, vinieron primero a parar a mis manos para ver si había algo útil o valioso para el archivo. Y lo había. Prácticamente todo era material interesante. Aunque estuviera comido por la humedad, la suciedad, los insectos y otros seres vivos (como el par de salamanquesas que salieron de las cajas en cuanto las abrí).
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La historia de la lectura en el baño aún debe ser escrita.
Y hablo de "historia" porque asumo que desde aquel pretérito y glorioso momento en el que el ser humano inventó el inodoro —o algún artilugio similar en el que sentarse para...— surgió la necesidad de leer. Para pasar el rato, nomás. Me animaría a agregar que, mucho antes de eso (o quizás en paralelo), los materiales de lectura empleados como entretenimiento durante ese proceso fisiológico tan natural tuvieron un uso complementario como elementos de higiene personal. O, al menos, eso es lo que cuenta la tradición oral.
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