Sombras vivientes: Cómo Galápagos pintó de colores silenciosos a los bichos isleños
¿Cómo llegaron las arañas, ciempiés, saltamontes y otros insectos a las Islas Galápagos, un rincón perdido en el océano? Hace cuatro ~ seis millones de años, estos pequeños aventureros comenzaron una travesía épica desde las costas de Sudamérica y otros lugares. Algunos flotaron en balsas de vegetación arrastradas por tormentas; otros, como ciertas arañas, usaron hilos de seda como paracaídas naturales para cruzar el cielo. Al llegar, encontraron un terreno hostil: sol intenso, rocas negras, polvo, y depredadores como aves y reptiles acechando. En ese mundo salvaje, los colores oscuros se convirtieron en su arma secreta, una ventaja adaptativa para un entorno extremo.
Imagina que eres un saltamontes en este paisaje volcánico. Te posas sobre la lava negra y, ¡zas!, te vuelves invisible, como si el paisaje te tragara. Pero si, al contrario, fueras de un rojo intenso, ¡pum!, un pinzón o un cucuve te cazaría en un instante. Este “truco” evolutivo no pasó desapercibido, aunque sí decepcionó a Charles Darwin cuando visitó las Islas Galápagos en 1835. Él esperaba un festival de colores como en Sudamérica continental, pero solo vio insectos y otros bichos —negros, grises, cafés, blanquecinos y terrosos— fundidos con la lava como si fueran parte de ella.



¿Por qué el negro, gris, marrón es su jugada maestra? Tiene tres ventajas. Camuflaje total: El escorpión se esconde entre la hojarasca y la lava y parece una sombra más; sus presas no tienen ni una pista de que está ahí acechándolas. Control del calor: Esos tonos absorben la energía solar, manteniéndolos activos cuando la temperatura cae por la noche.
Discreción absoluta: en el continente, los colores brillantes gritan “¡cuidado, soy tóxico!”, pero aquí en Galápagos, ser invisible es la clave. En islas como Fernandina e Isabela, algunos saltamontes hasta perdieron las alas —sin grandes cazadores, volar es innecesario, y esconderse en el suelo es suficiente.
¡Es más que un camuflaje! La melanina, el pigmento que pinta a los bichos de colores oscuros, es un escudo multiuso. Bloquea los rayos ultravioleta del incesante sol, y los bichos pueden absorber hasta el 95% de la luz solar, convirtiéndolos en superhéroes que ni el sol puede vencer—, los protege de bacterias y hongos que podrían atacarlos, además puede tener implicaciones en como interactuan con otros individuos, de formas que aún no entendemos del todo. En un lugar donde el agua, la comida y el refugio escasean, ser oscuro no es solo un color: es la línea entre existir o desaparecer. ¿Un escarabajo brillante hoy? Sería el bocadillo del día.


Lo más impresionante es lo que no hacen: no brillan, no presumen. Su oscuridad no es un defecto; es su superpoder, la clave para conquistar un entorno imposible. Estudiarlos no es solo ciencia; es descifrar un legado vivo. En la lava de Galápagos y la corteza de los árboles, estos insectos demuestran que sus adaptaciones son puro genio: cada truco es una victoria silenciosa.
Pero no se trata solo de sobrevivir; se trata de prosperar en un lugar donde todo parece estar en su contra. Todo en ellos está calculado, pulido por millones de años de prueba y error. En las islas Galápagos, no hay espacio para el despilfarro: cada ala perdida, cada tono oscuro, cada comportamiento discreto es una lección de eficiencia.
Darwin lo tuvo claro: en la lucha por la supervivencia, solo los adaptados al medio prevalecen en la implacable arena de la naturaleza. Los invertebrados que lograron establecerse aquí no fueron los más fuertes ni los más veloces, sino en muchos casos los de coloración modesta. Su camuflaje no es solo un escudo protector; es una proclamación de dominio sobre un territorio que desafía la vida misma. Hoy, al observarlos, seguimos asombrados ante la paradoja de que seres tan pequeños desplieguen una grandeza incomparable en su capacidad de adaptación. Los insectos de Galápagos no son meros supervivientes; son artífices de su propio destino. Su vestimenta discreta y silenciosa perdura como una de las más extraordinarias pinturas de la naturaleza.
Fuentes:
Badejo, O., Skaldina, O., Gilev, A., & Sorvari, J. (2020). Benefits of insect colours: a review from social insect studies. Oecologia, 194(1), 27-40.
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Peck, S. B. (2006). The beetles of the Galápagos Islands, Ecuador: evolution, ecology, and diversity (Insecta: Coleoptera). NRC Research Press.